JulioSalinas

Escalando posiciones parte II

Escalando posiciones parte II

Mi hermano y yo fuimos subiendo categorías. Yo siempre marcaba goles y lo hacía con cierta facilidad, pero en juveniles lo pasé bastante mal. En esta categoría puedes jugar con compañeros y contra rivales de diferentes edades. En mi primer año de juvenil, no jugaba de titular. Estaba un poco desmoralizado. El entrenador era Gonzalo Beitia, al que siempre le estaré agradecido por todas las horas que estuvo trabajando conmigo y por toda la confianza que me dio durante ese tiempo. Un día me dijo: ‘Julio, no te preocupes. Estoy seguro que tú serás el delantero centro del Athletic»…  Siempre he tenido una gran confianza en mí mismo, pero aquellas palabras me reforzaron aún mas, así que a seguir trabajando.

Estudiaba en Askartza Claret, en Leioa, y cuando acabe 3º de BUP, a los 16 años, me surgió un trabajo de auxiliar administrativo. Tenía que tomar la primera decisión  importante de mi vida: seguir estudiando COU y después una carrera o compaginar el trabajo con el fútbol. Eran tiempos complicados, mi familia hacía un gran esfuerzo para podernos pagar este colegio que era privado. Finalmente me puse a trabajar y así colaboraba un poco.

IMG_0366Mi horario era de 9 a 13 y de 16  a 20. Mi madre se levantaba a las 6 de la mañana para ir a trabajar, se había sacado el carnet y se compró un Seat 600, así que a esa hora me llevaba al trabajo, prefería eso que dormir una hora mas y luego tener que coger dos autobuses. Llegaba y me leía los periódicos y avanzaba trabajo ya que no había internet ni nada parecido. Me dejaban salir una hora antes para ir a entrenar, así que tres días a entrenar y los otros dos iba a una academia a estudiar mecanografía y contabilidad. Yo estaba feliz, era muy afortunado, tenía un trabajo que me gustaba, tenía dinero (cosa inusual en un chaval de 17 años) y encima jugaba al fútbol. ¡Qué más se puede pedir!

Pasó un año y el Athletic me propuso que fuera a entrenar mañana y tarde a Lezama. Querían que por la mañana entrenara con el Bilbao Athletic o incluso algunos días solo, para mejorar el remate de cabeza y aspectos técnicos y por la tarde con mi equipo, el juvenil nacional. Otra vez tuve que tomar una decisión. No me lo pensé y me lo jugué todo a la carta del fútbol, ya se que era muy arriesgado, pero siempre me han gustado los retos. Mi madre siempre me decía que hay que luchar por lo que uno quiere y yo quería jugar en el Athletic. Tenia 17 años y en setiembre haría los 18 y veía posibilidades de hacer realidad mi sueño. Así que dije que sí.

Así  que cada mañana bajaba andando a San Mames, (casi media hora de caminata) y allí me recogían Andoni Goikoetxea y Angel Maria Villar, una semana con el Renault 5 de Villar y a la siguiente con el Seat 131 de Goiko. Entraba en el coche, decía «egun on» («buenos días») y no hablaba en todo el recorrido. Ellos hablaban del equipo de la A.F.E., etc y yo alucinaba, para mi era un sueño.
Al salir, les decía «eskerrik asko» y «agur» («gracias» y «adiós»). En aquella época, les veía como dioses, impresionaban, parecía que no estaban a mi alcance. Años más tarde, recordaba esas vivencias ya que coincidí con Andoni en el Athletic, ademas compartía habitación en Lezama, también en el Mundial de Mexico 86, y luego volvimos a coincidir en el Atlético  de Madrid. ¡Qué grande es Goiko en todos los aspectos! Detrás de esa imagen de jugador duro hay un tipo extraordinario y con Villar, que sería el presidente de la Federación  cuando yo jugaba en la Selección y que lo sigue siendo a día de hoy, vaya anécdotas.

Pero vayamos a lo importante, a los entrenamientos. Muchas veces entrenaba solo con Gonzalo Beitia, rematando y rematando. Otras con el Bilbao Athletic. Luego comía con los porteros,  Iribar, Cedrún, Meléndez, Aguirreoa… si ¡Con el Chopo! Pensar que para mi Iribar era como si a un niño le dices que coma cada día con Leo Messi,  como se cantaba en aquellos tiempos “Iribar, Iribar es cojonudo como Iribar no hay ninguno”, en aquella época también estaba Andoni Zubizarreta, así que imaginaros al Julio Salinas que habla hasta por los codos, que es extrovertido, pues en aquellos tiempos todo el día mudo, desde que subía en el coche con los 2 cracks, entrenando solo con Gonzalo y luego a comer sin abIMG_0438rir la boca y por fin a la cama a esperar 2 o 3 horas, echando la siesta, recordando todos esos momentos de la comida y a esperar para entrenar con el equipo. Fue duro, cada día solo, muchas horas sin saber que hacer. Y bastante cansado.

Todo iba bien, seguía una buena linea, cumplí los 18 años y llegó el problema de la ‘mili’. No sabíamos si esperar a los 21 años o anticiparnos y solucionar este problema para que no cortase nuestra trayectoria. Así que tanto mi hermano con 17 y yo con 18, decidimos hacerlo voluntario, aunque para ello sacrificáramos muchas cosas y tiempo durante casi 24 meses, en lugar de los 12 que nos correspondían por reclutamiento normal.

Fue esa época donde tuvimos que pedir permiso para que nos dejaran ir a jugar la final de la Copa del Rey juvenil contra el Real Madrid. ¿Os acordáis de aquel gol de Michel por fuera de la red que el arbitro concedió gol? Después de una temporada magnifica con Nico Estefano de entrenador, con todo lo que nos había costado llegar al Vicente Calderón, pues todo se derrumba por una decisión arbitral, allí  buscando en la red el agujero por donde había entrado el balón y el arbitro Miguel Pérez diciendo que nos dejáramos de tonterías, que poca psicología, como nos íbamos a inventar una cosa semejante. Vaya palo! ¡Qué manera de llorar! Allí, rapados, llegando en taxi a Madrid desde  el cuartel, siempre acompañado de mi mejor amigo, mi hermano Patxi, siempre juntos desde que nacimos.

Ese año también  debutamos en Segunda B, ya que en alguna ocasión nos llamaron para jugar algún partido con el Bilbao Athletic. El entrenador era Javier Clemente y en aquel equipo creo recordar que estaba entre otros el actual entrenador del Eibar Mendilibar, y ya en la temporada 81-82  pasamos al Bilbao Athletic, por fin firmé mi primer contrato profesional, 751 y 2103 euros por dos años con el filial.
No era mucho pero con 18 años me sentía afortunado, ya que luego llegaría la oportunidad de jugar en el primer equipo.

 

 
Pero de mi debut con los ‘mayores’ y de mi etapa en San Mamés ya os hablaré en el siguiente capítulo

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